CRÓNICA SUBIDA VIRGEN DEL ESPINO

 No era la primera vez que hacía esta carrera. El recorrido no es nuevo para mí (muchos entrenos transcurren por esos caminos). No tenía que hacer una logística importante para llegar. 

Pero los nervios de correr en casa. De estar con la familia en la salida. Los ánimos de las personas que te saludan a diario. Esa cosilla en el estómago está durante todo el día. 

Hasta que no se pasa por el arco de salida, están dando vueltas en la cabeza millones de pensamientos. Este año además, el objetivo era bajar de los cuarenta y cinco minutos, ya que, el año pasado no se pudo conseguir ese tiempo. Cambiar la estrategia y salir menos conservador que el año pasado, era la primera opción marcada. 

Y así empecé, a ritmo vivo y con tres kilómetros por debajo de los 4:30 min/km. pero empezaba la subida, las cuestas, correr por la tarde, una temperatura superior a veinte grados, todo esto hizo que pasara unos kilómetros de sufrir, de apretar dientes y de mandarle a mí mente que andar o parar no era opción. 

Tres kilómetros de sufrir, de llevar pulsaciones a más de ciento noventa, pero con la suerte de conocer el terreno y saber que venía zona favorable. Después de beber algo de agua, recuperar un poco la respiración, empecé a coger un ritmo vivo y sonreír. Pensar en correr y disfrutar. 

En alguna cuesta que había al final de carrera, apretar dientes, y de vez en cuando mirar de reojo el reloj para estar seguro que el objetivo era palpable. 

Doscientos metros antes está mí hija dándome ese último ánimo para cruzar una meta, que después de los nueve kilómetros, los realizaba por debajo de los cuarenta y cinco minutos.

 Objetivo cumplido por partida triple: correr en casa, disfrutar de la carrera y haber conseguido bajar en más de tres minutos el tiempo del año pasado. 

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